Al
bajar del avión presencié la escena de un aeropuerto desolado, un grupo
reducido de personas hacía fila en migración para presentar el pasaporte y
explicar el motivo de su viaje, lejos quedaba la escena de un aeropuerto lleno
de vacacionistas seis meses atrás. Adela, Gerardo y yo presentamos nuestra
documentación a la oficial de migración, nos tomó alrededor de 1 hora un
trámite que usualmente dura 5 minutos, nos cuestionaron repetidamente la razón
del viaje, y para el momento que nos dejaron pasar no había ningún otro
pasajero en el aeropuerto, la escena era desoladora.
De
esta manera empezó mi estancia de una semana en tierra Nicaragüense, después de
una noche en un hostal cercano al aeropuerto, iniciamos nuestro trayecto a San
Francisco Libre, pasamos frente a la universidad agraria donde vimos barricadas
y cruces blancas que hacían honor a los estudiantes asesinados durante las
manifestaciones, habían pocos buses dando servicio y paradas llenas de gente esperando.
Miuller, una dinámica y admirable mujer de Mujer y Comunidad, junto a 7
personas más abordaron el pick up justo en el desvío a San Francisco Libre.
Desde el primer momento Miuller enfáticamente nos transmitió el miedo,
preocupación y descontento por la violencia en escalada que estaban sufriendo
desde la primera marcha en abril. Su consternación llego hasta las lágrimas al
contarnos el caso de una familia de pequeños empresarios, que vendían colchones
y cuya casa fue quemada, dejando a toda la familia atrapada y muriendo
calcinados en su interior. Era la primera vez que escuchaba sobre los tranques,
tapones, la persecución y constantes robos.
Al llegar a la locación de mujer y comunidad un
sentimiento de entusiasmo y dudas me invadió, había sorpresa y preocupación en
los ojos del grupo de mujeres lideresas comunitarias y jóvenes emprendedores. Pasamos
3 días en la comunidad acompañando, escuchando testimonios, desarrollando un
taller de fortalecimiento de liderazgo y crowdfunding y actualizándonos sobre
el estado del fondo revolvente otorgado recientemente por IPM.
El día de nuestra llegada nos
enteramos de que hacía tres días una falla inexplicable en la planta eléctrica
había dejado al pueblo sin electricidad, por tanto, no tenían acceso regular a
noticias, no podían usar celulares, televisión, radio, refrigeradora, ni la
bomba del tanque de agua, lo que implicaba que tampoco contaban con servicio
regular de agua potable. Se sentía un stress colectivo al no ser capaz de
continuar trabajando regularmente, las mujeres habían inventariado y organizado
todos los documentos físicos posibles, pero la necesidad de la luz eléctrica
para utilizar internet y computadoras en el cumplimiento de sus
responsabilidades laborales era apremiante. Aunado al estrés laboral, las
mujeres tenían una carga emocional acumulada. María Félix, coordinadora del
proyecto rompió a llorar cuando nos relataba la historia de la familia que
murió calcinada en Managua y un tono de desesperanza y dolor brotaron de su voz
al mencionar que eran cuatro muertos diarios productos de la represión y odio,
el cierre de las calles, los múltiples tranques (barricadas), la falta de
trasporte público, el incremento de precios de alimentos, la dificultas en
movilización e incremento de la delincuencia común.
María Félix, destaco que la inestabilidad
política a nivel nacional tiene repercusiones tangibles en la localidad, se ha
reducido el apoyo financiero afectando gravemente el programa de jóvenes,
poniendo en riesgo la continuación de uno de sus proyectos más emblemáticos, la
radio comunitaria ECO Juvenil, que transmite programas sobre violencia hacia
las mujeres, género, salud sexual y reproductiva.
Durante los tres días que
permanecimos en San Francisco Libre desarrollamos actividades de fortalecimiento
institucional y liderazgo. Los jóvenes asumieron un papel protagónico en el
taller de crowdfunding, a pesar de las dificultades que enfrentaban en la
cotidianidad. Edwin, se levantaba a las 4:00 am a trabajar con las vacas de su
familia, regresaba cansado alrededor de las 8:00 am y se incorporaba
entusiasmado por el trabajo audiovisual. También, estaban las tres jóvenes
llamadas María que llegaban de lejos y salían corriendo a media sesión para que
el bus no las dejara, por la irregularidad del servicio de transporte público y
sin otra posibilidad de movilizarse, y así el resto de las jóvenes quienes participaron
en el taller; así con grandes dificultas materiales y sin luz eléctrica
convivimos en un ambiente de solidaridad y cariño sincero.
Por otra parte, Gloria, encargada del
programa de fondos rotativos de MyC nos explicaba que se han entregado 87
microcréditos a mujeres cabeza de hogar en los últimos años. Particularmente,
el fondo rotativo entregado por IPM ha logrado impactar la vida de 20 mujeres
que están emprendiendo pequeños negocios o mejorando sus viviendas en todo el
municipio.
Fue alentador presenciar la lucha de
jóvenes y mujeres que a pesar del temor y la violencia siguen trabajando en
múltiples proyectos comunitarios: asesorías legales dirigidas a mujeres que
sufren violencia doméstica; otorgando microcréditos para mejorar el ingreso
familiar; desarrollando talleres de formación en género y derechos sexuales y reproductivos;
dirigiendo una radio comunitaria. Hicimos vida el concepto de acompañamiento,
nuestra sola presencia trajo alegría y entusiasmo. El humilde hogar que nos
hospedo nos mostró calidez, y nuestro compartir con mujeres y jóvenes de Mujer
y Comunidad nos permitió comprender el verdadero significado de acompañamiento.
El siguiente día Adela y yo llegamos a Managua para reunirnos con Xenia y dirigirnos a Potrerillos, comunidad de Nindirí en Masaya. Tomamos un mototaxi que nos recorrió por calles polvosas y enlodadas hasta llegar a nuestro destino donde nos reunimos con un grupo de comprometidas mujeres quienes nos agradecieron repetidamente el acompañamiento y presencia en la comunidad. Ellas, representaban un total de 78 mujeres beneficiarias del “Programa Mujer y Cambio” auspiciado por IPM que ha otorgado un fondo revolvente a CEPROSI, organización comunitaria que ha entregado microcréditos en cinco comarcas Campuzano, El Papayal, Potrerillos, San Joaquín y San Francisco
Al iniciar la jornada Rosalía,
comentó entre sollozos “Gracias a Odilí comí ayer, pero mi familia no pudo
comer porque no hay agua, los antimotines atacaron un tranque y dañaron la
bomba” había desabastecimiento de agua en las comunidades Cruz Negra, Lomas del
gavilán, San Francisco y El Campuzano, no tenían agua para consumo diario, fue
impactante ver llorando a una mujer tan valiente. Seguidamente, Aleyda enfatizo
“La verdad es que duele, duele profundamente lo que estamos viviendo en
Nicaragua” mientras compartía que los nicaragüenses tienen dificultades para
acceder a derechos humanos vitales como salud, agua seguridad y trabajo. Esta
trabajadora mujer del área rural de Nicaragua aseguro que están viviendo encarecimiento
de los granos básicos como el arroz, despido de empleados en fábricas y
empresas, cierre de calles, poca accesibilidad al mercado, pánico por los
tranques, falta de Paz. Otra voz firme y decidida me pregunto ¿Qué cómo me
siento? y a la vez respondió para sí misma, “me siento destruida y rodeada de
odio”, “ahora matan por pensar diferente”. Seguidamente otra lideresa aseguró
que los muertos y amenazas están en ambos lados porque su tío, simpatizante del
gobierno de Ortega, había recibido amenazas de muerte “recibimos amenazas hacia
mi familia, amenazaron a mi tío de quemarlo” y así prosiguió la mañana con
anécdotas de dolor y miedo, pero con un atisbo de fe y esperanza. Al finalizar
la jornada de dos días había menos estrés y tensión, se percibía un ambiente de
cordialidad y lazos de amistad fortalecidos. Todas estábamos conscientes de la dimensión
y complejidad del problema que enfrentan la comunidad, en Nindirí y a nivel
nacional, reconociendo que no hay una solución inmediata pero que podemos
fortalecer nuestra red de apoyo, nos mantuvimos unidas, aprendiendo, expresando
sentimiento y creando un espacio de sororidad y apoyo mutuo.
Llovía el domingo 24 de junio a las
8:10 am, un hombre de unos 70 años se disponía a trabajar lustrando zapatos en
una acera de un barrio populoso de Managua, ese día terminaba mi estancia en
ese hermoso país centroamericano, esa última imagen que presencié ese día, ese
hombre viejo con su cepillo y su banco, me dejaron la imagen de un pueblo
luchador que no se detiene frente a las adversidades, un país de hombres y
mujeres luchadoras que anhela la paz y urge de solidaridad
y apoyo internacional.